Despidos en Emepa

Réquiem para Don César

El dolor de ya no ser.
El dolor de ya no ser.

El Falcon Futura brilla de nuevo nomas, azul metálico, tiene el techo de vinilo blanco, butacas y caja de cuarta al piso, un lujo para la época.

Se estaciona en la esquina de Franklin 298 esquina Lincoln, corre (creo) el año 1974, aunque no recuerdo bien el mes, supongo que sería antes de junio, mes del fallecimiento de mi abuela Pura Cejas de Álvarez de Santaclara.

Don César se aparecía no menos de un par de días a la semana a charlar con la vieja, previo paso por el zaguán, donde invariablemente me cruzaba y como un Dios magnánimo me sonreía con esos dientes parejos y pelada promisoria, dejando una bolsita con Sugus.

Por supuesto que no hací8an otra cosa que hablar y discutir de política. (y después alguno se pregunta por qué yo hago lo mismo)

Recuerdo a Don César como alguien histriónico, de un vozarrón áspero, profundo, gutural, con el atado de Benson & Hedges y el Dupont siempre a mano.

En casa solo lo vi tomar café con la abuela en largas tertulias, por esos días recuerdo que discutían si a la potencial muerte del General Perón, Isabel Martínez podría lidiar con la tribu y el país, esa historia ya la conocemos.

Los mediodías yo pegaba la vuelta a la manzana en bici, en la esquina de Belgrano y Bolívar estaba la Parrilla La Taba, era habitual ver a Don César hincarle el diente a la costilla que cocinaba Diani, pero con una botella de whisky arriba de la mesa, cuando eso sucedía sólo era cuestión de esperar los Sugus en el zaguán.

A mí me causaba algún contraste, porque sentarse casi todos los días allí mismo, lo suponía como un gran gasto.

A lo sumo, uno aspiraba a que en la rotisería Peralta y Arias (Mingo), en la esquina de Escribano y Casalins, el viejo Peralta con su renguera a cuestas, nos fiara una docena de las mejores empanadas de jamón y queso que probé en mi vida.

Conclusión, el padre de Sergio “Tony” Peralta nos mató el hambre en más de una oportunidad.

Miguel Bonasso en su libro sobre la vida de José Ber Gelbard “El Burgués Maldito”, dedica varios párrafos a la vida de Don César.

Lo describe como un típico empresario peronista, surgido de las políticas de promoción industrial típicas del justicialismo.

Don César con astucia, pero mucho trabajo, montó un pequeño imperio, era habitual que ante un pedido de la abuela Pura marcháramos una veintena de pibes a la fábrica a merendar galletitas con Coca Cola, otro lujo para la época.

Era evidente que su pasión y vida era esa metalúrgica que creció al calor de contratos ferroviarios y el intercambio comercial con la Cuba de Fidel.

Veinticinco años más tarde tuve la oportunidad de visitar la Isla en más de una oportunidad, hacia el sur de La Habana, donde termina el Malecón, pude apreciar como seguían en pie, vagones, galpones y naves idénticas a las que se ven desde Avenida Lastra.

Supongo que Don César decidió un día vivir de rentas y vender su fábrica, aunque quedó en el acervo cultural chascomunense su gran generosidad y el gran respeto por sus trabajadores, no sé dónde lo sorprendió la muerte, pero si hoy resucitara y viera 100 telegramas de despidos en su fábrica, estimo que se infartaría.

Hoy, apenas queda un solitario nicho en una de las calles laterales de nuestro cementerio.

En su placa ninguna mención a 100 despidos.

Sólo dice César Cao Saravia.

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Extraído del Facebook personal de Marcelo Muscarello.

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