Visión

¿Tenés ganas de leer? Chile dijo basta al modelo neoliberal

Por Marcelo Muscarello, crónica viaje a Chile

 

 

"En Octubre de 2019, Chile dijo basta al modelo neoliberal instaurado por la dictadura pinochetista.

En Diciembre del mismo año visité Santiago con mi esposa.

A mi regreso, escribí una crónica de aquellos días que vuelvo a compartir con todos ustedes, espero les sirva de ayuda para entender la realidad chilena y lo que nos espera a los argentinos".

 

 

 

 

Cuando pa' Chile me voy

CRÓNICAS DESDE LASTARRIA

Por Marcelo Muscarello, apenas un escritor, con pretensiones exageradas. 

 

 

Me suena el whatsapp, es un texto de Marcela, mi mujer:

M: "Gordo nos vamos a Santiago en Diciembre ya tengo los aereos"

YO: "Pero nos vamos a recargar de calor y a mi me gusta ir en la camioneta, áspero para bailar chacarera en lo del Indio Froilan en Diciembre, no te parece..?"

M: "Boludo, que Froilan, es Santiago de Chile, con los puntos de las tarjetas, termine pagando por los dos cinco lucas en nueve cuotas..."

YO: Ahhh okk, okk (violín en bolsa, donde manda capitán, no manda marinero) 

 

 

Eso de no llegar a fin de mes tiene esa cosa aventurera de la incertidumbre que nos propone el patricio y muy ladino de Esteban Bullrrich, pero lleva consigo la pequeña ventaja que para después del 20, empezas a pagar con la tarjeta de crédito hasta la bolsa de papas en la verdulería.

Y todo esos gastos, si te avivas, los convertís en puntos o millas.

Es una forma elegante de esquivar el capitalismo salvaje, e intentar sacarle una mínima ventaja a tanto choreo disfrazado de servicios al cliente.

En conclusión, allá por Mayo obtuvimos pingue ventaja para dos vuelos a Santiago de Chile, mi mujer previendo que para Diciembre, luego de un año complejo, ya estaríamos al borde del divorcio, juzgo que era buena fecha para una escapada los dos solos.

Lejos estábamos de saber lo que sería Chile por estos días.

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.... 

 

 

Pasaron los días, pasaron los meses, pero el tema del viaje, entre otras cuestiones diarias y laborales, no estaba siquiera en la agenda general de cuestiones familiares. 

 

 

El 18 de Octubre de 2019, algo se quebró en Santiago, fue como una bisagra, los medios decían que "jóvenes estudiantes revoltosos", saltaban barreras de las boleterías del subte porque se negaban a pagar un aumento de 30 pesos en el boleto, algo así como $2.50 nuestros.

Todo parecía exagerado, la reacción por ese incremento, y más exagerada aún, la reacción del gobierno neoliberal de Sebastian Piñera, el amigo de Mauricio, que ordenó a Carabineros meter palo y a la bolsa.

En eso los "Pacos", como les dicen despectivamente en Chile, son expertos y especialmente efectivos, hasta creo que se excitan morbosamente al ejecutar tan gustosamente esa orden.

Viste cuando tienes una relación tóxica y en un momento hay una gota que te dice hasta acá llegue..?

Bueno, eso sucedió en Chile en Octubre, a millones de chilenos se les llenaron huevos y ovarios, yo diría que más de estos últimos.

Más que una explosion fue una implosión.

La torpeza de Piñera y su esposa, más la ausencia total de una centro izquierda mentirosa, de pacotilla, casi oligarca, como lo fue "La Concertación", dejaron en virtual abandono a la sociedad chilena en general.

En el progresismo chileno son algo así como los demócratas estadounidenses, allí Bill Clinton y su esposa Hillary Rodham Clinton te hablan del Medicare (básicamente salud pública gratuita y de calidad) como si fuera una cuestión casi de fe, pero lo hacen desde un Loft en Brooklyn frente a Manhattan, cuyo valor es de 50 millones de dólares.

El resultado fue de manual, la gente culpa a la política como la causa de todos sus males, al igual que en la Argentina del 2001, o algunos turros de la Sociedad Rural de estos últimos días, algo de razón tienen, pero no toda.... 

 

 

El aeropuerto de Santiago está en plena ampliación, con el correr de estos años post-pinochetismo, se ha convertido en un amplio sector financiero con excelente conexión hacia Asia vía el Pacifico.

No es la primera vez que visitó Santiago, si es la primera vez que lo hago en avión y a pata.

Recorrer en vehículo sus principales avenidas es una invitación a recrear la vista con rascacielos, edificios inteligentes, plazas y paseos que hacen (hacen) la envidia de más de una ciudad, cosmopolita, vibrante.

Pero a no engañarse, tanto rascacielo es producto de la timba financiera, de los negocios para usureros de guante blanco, para especuladores de las Afp (las Afjp de acá), para importadores de todo tipo de mercancía y exportadores de su principal commodity, el cobre, totalmente extranjerizado en mano de capitales ingleses y yanquis.

Pedirle a los chilenos un vehículo producido en el país, o un producto de la industria metal mecánica, es hablarles en japonés básico.

Para ellos poner un satélite propio en el espacio, producir los mejores caños sin costura del mundo, fabricar aviones o reactores nucleares, son una verdadera quimera, y una desilusión, para tanto argentino snob que desea compararnos con esa sociedad desigual. 

 

 

El vuelo de Aerolíneas llegó puntual, contratamos ahí mismo un transfer que por $14.000.-  catorce lucas como también dicen los chilenos", unos mil mangos nuestros aproximadamente, nos depositaría en el barrio de Lastarria.

Delicias del capitalismo salvaje, habíamos alquilado a muy buen precio por Airbnb un departamento, con todo lo necesario y más, por un valor muy inferior a la habitación de un hotel.

El transfer era una Van para 8 o 10 personas último modelo y equipada full, en Chile el parque automotor es muy nuevo, pero todo importado.

Curiosamente el chofer era una dama, Sandra, se comunicaba nerviosamente por algo parecido a un Nextel, preguntaba por el estado de las calles en Santiago, e intentaba solapadamente arrimarse cada vez que recibía una respuesta en altoparlante, para que escucháramos nosotros también. 

 

 

El primer aviso llegó a ese Nextel chillón, la zona donde nos alojaremos estaba heavy.

Sandra nos advirtió de la situación y dijo que seguramente no podría dejarnos en la puerta misma del departamento, Lastarria 70, y que tal vez, deberíamos caminar un poco.

Adelante junto a ella se sentó un joven pasajero también chileno, Daniel.

Pasaron los minutos del inicio del viaje y las charlas empezaron a fluir, también la posibilidad de observar hacia afuera.

Era la tercera vez que estaba en Santiago, anteriormente lo había hecho manejando, y obviamente, no había podido observar en profundidad.

Y mientras Sandra la contaba a Daniel que el dia anterior intentaba pasar por entre las manifestaciones, llevando turistas extranjeros, casi le vuelcan la Van, le rayaron la pintura y le rompieron los dos espejos, de lo cual me percate al bajar luego, con cuatro turistas españoles que no salían del susto....

Mientras el comentario discurre, yo observaba con la ñata contra el vidrio el paisaje externo, paredes, carteles, túneles y hasta los árboles invadidos por leyendas, la más leve: Piñera asesino (58 muertos hasta estos días)

El paisaje discurre entre la cañada de un río, con sus orillas plagadas de villas miserias, y más grafitis que denunciaron represión y muerte.

Eso sí, cada tanto, de forma numerosa y constante, aparecían mástiles precarios de madera con la bandera nacional, esa misma que tanto incita al reconocido nacionalismo chileno.

Un dia, no hace mucho, el inefable Piñera mostraba ante Donald Trump la originalidad de que, con un trozo pequeño de la divisa estadounidense, se podía construir el pabellón chileno, toda una metáfora que algunos sonrientes, (como Sebastian) celebraban, pero otros se sonrojaron tan solo con pensarlo. 

 

 

Nuestra Van avanza raudamente, unos franceses por acá, unos españoles por allá, se iban perdiendo en hoteles.

Mientras tanto, un poco acicateados por nosotros, Sandra y Daniel dejaban escuchar su opinión de esta realidad, con esa tonada tan propia y pegadiza de su tierra.

"..Hace 40 días que hay un nuevo Chile y ya no volverá a ser lo mismo...", decía Sandra, mientras relojeaba en el celular el Google Maps, sospecho que buscando alguna ruta alternativa para nosotros y para Daniel, que se dirigía muy cerca de donde nos alojaremos.

"..Nosotros Ocho estamos de acuerdo en que esto se ha acabado, pero los huevones que siguen rompiendo todo e' imperdonable.." rezongaba Daniel, pero también sentenciaba: "el hijoputa de Piñera vive en una burbuja y nosotros no debemos aflojar, ahora no, o estará todo perdido.." 

 

 

Caía la tarde, para cuando avanzó la charla también lo hizo la combi, de golpe llegamos a una esquina, era La Alameda, una ancha avenida que cinco o seis cuadras más abajo, conectaba con Plaza Italia, epicentro de todo el levantamiento chileno.

Sandra intentaba doblar a la izquierda, barricadas, neumáticos quemados, encapuchados con improvisados bastones y estandartes de todo tipo y color, sugerían prudentemente pegar la vuelta y hallar una alternativa.

Para cualquier parecido con una manifestación o un piquete vernáculo, es solo cuestión de excitar mínimamente  en algo nuestra imaginación.

Cuando Sandra logró encontrar una alternativa, las primeras sombras de la tarde noche arrojaban algo más de incertidumbre al panorama.

Lastarria es un barrio bohemio una mezcla de Palermo con San Telmo, muy bello, cosmopolita, con un toque rebelde en sus calles sinuosas, el cóctel perfecto para ser el caldo de cultivo de la revuelta, algo de lo cual no estábamos advertidos al tomar el departamento. 

 

 

Con Marcela además del amor, compartimos aunque ya no tan intensamente, la militancia política, también la aventura de la vida, con lo cual, esta no sería la primera vez que nos zambullimos en leve penumbra por calles desconocidas, manifestaciones o hasta algún gas lacrimógeno de épocas pasadas.

Un dia, desembocamos con el auto de sopetón en una corrida de gente por Avenida de Mayo, y por detrás, la montada de la federal metiendo palo, en otra ocasión, estuvimos casi perdidos en un callejón de mala muerte en una muy cerrada noche de Marrakech, todas historias para otro dia.....

Sandra logró pegar una vuelta tras unos minutos más de viajes, ingresando por la parte de atrás de Lastarria, haciendo límite con el parque y cerro Santa Lucia, estaciona en una esquina, Calle Padre Luis de Valdivia y Victoria Sobre Caso, nos dice que desde allí ya no podrá avanzar más, que nos deja (teóricamente) a una cuadra y fracción.

En esa misma esquina se encuentra el Hotel Montecarlo, el conserje de la puerta, que luego noto totalmente tapiada y enrejada, se apura a recibirnos creyéndonos huéspedes del hotel.

Mientras ya muy cerca se sienten sirenas, corridas y explosiones de gases y balas (de goma..?)

Sandra me apura a bajar las valijas, el conserje me da las últimas instrucciones para llegar a Lastarria 70 y me advierte: "..vaya rápido y con mucha precaución caballero.."

La noche ya está envolviendo la penumbra callejera del alumbrado que logra, a duras penas, traspasar la espesura de los alamos cincuentones.

El apuro y la concentración para llegar nos impide hacer mayores observaciones, todo daba la sensación de un lugar casi sin vida nocturna, paredes rayadas, ventanas, persianas y puertas tapiadas o cerradas.

Para describir mejor la situación, intenten deambular después de las nueve de la noche por el Barrio de Once (Eleven, once en inglés, para quienes supimos vivir y trabajar por allí) y podrán observar un lugar que horas antes era un espacio lleno de vida, en un virtual desierto urbano.

Bueno, esa fue nuestra primera impresión de bienvenida a Lastarria. 

 

 

En apenas unos minutos llegamos perfectamente bien al departamento, estaba ubicado al fondo de un curioso espacio con forma de gran herradura, donde dominaba un patio central muy amplio lleno de bares y una librería exquisita.

Mientras tanto, gran cantidad de gente con banderas, máscaras antiguas y pañuelos al cuello circulaban como corridos desde más adelante por Carabineros.

La entrada de esa herradura estaba totalmente vallada, un guardia de seguridad privada nos indagaba para permitirnos entrar.

Ingresamos, desensilar y salimos disparados para la calle, es como que tanto despelote nos llamaba a curiosear.

En lo personal no puedo con mi genio, es literalmente superior a mi, nada me llama más la atención, la curiosidad ni las ganas de estar en el centro de la escena que las manifestaciones populares, siento que estoy en medio de un acontecimiento histórico y no me lo quiero perder.

Creo que lo heredó de mi madre y de mi abuela, aun recuerdo a mi vieja llegar con  tapado hecho harapos a casa, hacía tres días Pero había regresado y se comió algún tiroteo cuerpo a tierra en Ezeiza.

Por mi parte, haber estado junto a Marcela en paz, con alegría y con esperanza en Plaza de Mayo el pasado 10 de Diciembre de 2015, me hizo sentir vivo, libre y conectado con mi pasado, lo mismo me sucedió ese fin de semana en Santiago. 

 

 

La calle estaba "caliente", oleadas pasaban por la entrada del departamento y caminaban rumbo a La Alameda apenas a 50 o 60 metros nuestro, me sume rápidamente a la corriente, como cuando ingresas a la autopista tomando velocidad para seguir el ritmo del resto, perdí por un instante a Marcela, aunque conociéndola, sabía que la encontraria metros más adelante en la esquina.

Allí todo era dantesco, la ancha avenida estaba plagada de fogatas, muchísima gente manifestándose, agitando banderas, cantando, otros tantos con instrumentos, trompetas y mil cosas más.

El denominador común de todos era la juventud, cien de ellos por cada uno de nosotros, automáticamente pensé en Argentina, y me dije, a ese enorme movimiento social no habrá carros de asalto ni carabineros que puedan pararlo. 

Estuvimos un rato y  nos fuimos a comer algo, debajo del departamento, en esa herradura custodiada había una cervecería, el guardia que ya nos reconoció nos dejó pasar rápidamente, a los minutos nomás el lugar estaba casi lleno, para sorpresa nuestra casi todos eran jóvenes, llegaban de la calle y era evidente que de las manifestaciones, portaban banderas, remeras con inscripciones y casi todos, pañuelos al cuello o máscaras antigás, lo que me llevaba a preguntarme qué sentido tenían las rejas en la entrada y el celoso guardia.

Recién ahí caí en la cuenta de la leve carraspeo que comenzaba a molestar mis ojos y vías respiratorias, cuando gasean en profundidad una zona, parte del polvillo queda impregnado por días en el suelo, nos acompañaría durante toda nuestra estadía chilena.

Nos fuimos a dormir, el día para nosotros ya había terminado. 

 

 

La mañana calurosa del sábado nos invitó de a poco a buscar un lugar donde desayunar y a programar nuestra jornada de paseo.

Marcela sugirió hacerlo en el departamento, salió entonces en busca de un par de medialunas, llegó al rato con unos muffins, mientras prepararemos el café y avanzaba el desayuno en una simpática barrita de la cocina, decidimos que las actividades del día comenzarán en Parque Arauco tal vez, el shopping más grande de Santiago.

Almorzaremos allí y seguramente compraremos alguna pilcha para los nietos.

Después del café rumbeamos por la calle, el paisaje ahora era otro, de noche todos los gatos son pardos, a las 11 de la mañana la cosa cambia bastante, o por lo menos algo.

Así confirmamos que Lastarria tenía un toque de nuestro San Telmo, mucha gente circulando, vendedores colocando mantas, empezando a ofrecer de todo un poco.

Recién ahí empezamos a ver con claridad y a la luz del día la fachadas de casas, bares o iglesias, fue cuando al salir me llamo la atencion el bullicio de una entrada pegada a la salida del Departamento, era una puerta en un frente típico de casa antigua, alto y de dos hojas, era tal la agresión que había sufrido su frente que luego de algunos segundos de observar con detenimiento me di cuenta que era un local de Starbucks. 

 

 

Romario nos advierte que para llevarnos hasta el shopping su taxi deberá sortear algún que otro obstáculo, que no está seguro, de todas maneras subimos al auto en La Alameda y cinco cuadras más adelante doblamos por Providencia en la esquina de Plaza Italia.

Domingo y a esa hora solo una docena de manifestantes ondeaban banderas chilenas.

El espectáculo que ofrece el lugar era desolador, a modo de ejemplo, es como si uno pasara por el obelisco y viera todo absolutamente destruido, veredas sin baldosas en su totalidad, con jardines otrora hermosos, convertidos en potreros de solo polvo y tierra.

Seguimos viaje, 10 minutos y un par de giros después, Romario nos dejaba a unos doscientos metros de la entrada del Mall, más no podía avanzar, una valla de Carabineros lo impedía.

Pero durante esos 15 minutos de viaje, Romario fue, casi un libro abierto.

Cuando le describimos nuestra realidad y como habíamos perdido algunos beneficios típicos de la Argentina, él nos contaba sus propias penurias y la de la mayoría de los chilenos.

Decirle que nuestra jubilación mínima en 2015 era de 495 dólares, para él, era poco menos que increíble, allí el mismo trabajador percibe algo asi como 90 dolares, o tan solo comentarle que el aguinaldo instaurado como obligatorio por Juan Domingo Peron, es universal para cualquier trabajador, por poco detiene el vehículo para mirarnos incrédulo. 

En Chile el aguinaldo es totalmente discrecional y arbitrario, cada empleador maneja a su antojo y voluntad no solo la decisión de abonar, sino además, dispone el monto y bajo qué condiciones hacerlo.

Con dolor, pero también con notable envidia y evidentemente bien informado de su propia realidad, el sesentón Romario nos dice que en Chile nadie que está en la pobreza puede tan siquiera pensar en la Universidad, eso es solo cosas de ricos, o de gente que le estara pagando casi el resto de su vida un crédito a alguna banca privada.

Maria Eugenia Vidal debería haber nacido y vivido acá, pensé para mis adentros.

Según los organismos internacionales, Chile tiene el Índice de Gini más alto de América del Sur, vale decir, que la brecha entre ricos y pobres alcanza niveles, en términos de distribución, que tornan a la clase media prácticamente como algo simbólico.

Y allí nomás se fue Romario, rumiando su bronca, recalculando si su enfado con los manifestantes que han destrozado buena parte del moderno subterráneo, a los cuales al comienzo de la charla condenaba, en definitiva no tendrían algo de razón. 

 

 

Bajamos del taxi y caminamos sobre la misma vereda del complejo rumbo a la entrada, estaba todo tan apilado y cubierto con planchas de chapa su fachada, que nos costó encontrar la entrada.

Seguramente los más memoriosos recordarán  nuestra crisis del 2001, el saqueo que hicieron los radicales del gobierno de la Alianza de los depósitos bancarios y cómo los bancos tapiaron con planchas de chapa sus frentes para evitar ser destruidos o tomados por asalto.

Lo mismo sucede hoy en Chile, pero a una escala muy mayor.

Adentro sin embargo, una vez franqueado el portal de acceso al Centro Comercial, todo parecía volver a la normalidad. 

 

 

Tres horas, almuerzo y alguna compra después, volvemos para el departamento.

Tomamos otro Taxi, llegamos a la parada y el que estaba en segundo lugar nos hace seña para subir, sorprendido le pregunto por el primero de la cola, con un gesto amigable me dice que no hay inconveniente, en Buenos Aires seria poco menos que causa de asesinato entre tacheros, pero es Chile.

Esa es la excusa perfecta para iniciar otra conversación indagatoria.

Antonio es un cincuentón como yo, maneja con solvencia el Kia flamante por Nueva Providencia nuevamente hacia Plaza Italia, también nos advierte que, tal vez, ya para esa hora algún quilombo nos obligue a tomar otro camino.

Fluye la charla en esos otros quince minutos de viaje.

"Acá está todo muy mal caballero y no nos hemos cansado de tanto manoseo" arranca Antonio.

"Eso que nosotros tanto admiraba de usted de lo argentino, lo ha puesto en práctica, si hace falta no llevaremos puesta hasta La Moneda, ya basta" suena dramático, pero también suena risueña su tonada.

Estamos llegando a Plaza Italia en el preciso instante en que manifestantes empiezan a cortar la ancha avenida.

Julio apura el paso y en cuestión de segundos, alcanzamos a pasar, doblar a la izquierda por La Alameda y llegar a Lastarria era ya una cuestión de un par de minutos.

Avanza la tarde, dejamos un par de bolsas en el departamento y salimos nuevamente a caminar, el plan es pasear un poco por la zona, conocer y tomarnos algo. 

 

 

Como si estuviésemos caminando por Defensa o Perú rumbo a Plaza Dorrego, llegamos a una placita en forma de medialuna, con una heladería muy tentadora, buscamos primero un banco donde eventualmente hacernos el festín dulce de la tarde. Mucha gente circulando, otros sentados igual que nosotros pero todos con el mismo plan, pasar un buen rato en el lugar.

No alcanzaron a pasar un par de minutos, cuando en el parque del otro lado de la avenida que nos separaba, sonaron las primeras explosiones, recien ahi me percate que a unos cien metros varias tanqueta verdes de Carabineros apuntan sus cañones hidrantes hacia el interior del parque, cuyo límite es lo que los santiagueños llaman la costanera sur.

En segundos empezó una  batahola de proporciones cientos de jóvenes se arremolinaban, arrojando piedras y algo que demostró ser muy efectivo cuando las fuerzas son tan desproporcionadas, pintura sobre el parabrisas de los camiones, que cuando el chofer prendia el limpiaparabrisas el enchastre es tal que impide la visión. 

 

 

Todo pasó tan rápidamente que para cuando reaccionamos teníamos una multitud pisándonos los talones.

Vieron Jurassic Park cuando los protagonistas circulan con velocidad a campo traviesa y las criaturas rebasan corriendo a mayor velocidad que el vehículo..??

Bueno, eso.....

"Ven pa'qui pedazo de puto, Paco laconcha'tumadre" "Piñera huevon hijo'puta", gritaba la multitud mientras se dispersaba en completo desorden. 

 

 

Pedro tiene dentro de una especie de galería de emprendedores locales un puestito donde vende sales y especias.

Luego de la corrida llega la calma nuevamente al barrio.

Negocios y artesanos que en cuestión de segundos levantaron o cerraron sus negocios vuelven a lo suyo.

Pedro también hizo lo mismo, y mientras negociamos comprarle varios productos, nos explica el " Milagro Chileno", lo hace de forma muy fácil y sencilla, el 3% de la población más rica ostenta el 70% de la riqueza del País, un sueldo promedio ronda los 250 dólares y una jubilación (privada por supuesto) no llega a los 140 dólares de promedio.

El aguinaldo como ya dijimos es algo simbólico, la salud pública literalmente no existe y la educación es totalmente arancelada.

Nada que huela a un estado de bienestar, es viable en una sociedad como la chilena. 

 

 

Cae la tarde de este domingo en Santiago y todo comienza a tener sentido, la gente protestando en la calle, las paredes que hablan y acusan, los gases, los garrotes de los carabineros.

Esa iglesia totalmente tapiada, desde cuyo costado se alcanza a divisar que le falta el techo a dos aguas, la sociedad chilena también acusa a la curia de haberlos dejado solos en esta adversidad.

La propiedad de la orden franciscana llega hasta la esquina, su paredón es testigo de los primeros muertos civiles, las fotos muestran la juventud de las víctimas.

Solo recuerdo algunos nombres, Romario, Joshua, Mariana, Valeska, Manuel, Daniela, Paula...... 

 

 

Mañana lunes estaremos camino al aeropuerto.

Cuando terminó de escribir estas líneas, algunos días después, la pantalla del TV en casa me demuestra que Daniel, el copiloto de aquel chofer, tenía razón, la revuelta seguirá, también la represión desmedida, brutal.

Se terminan estas líneas insolentes y mi televisor me muestra a una tanqueta de Carabineros aplastando a un manifestante contra otro vehículo igual.

Algo más inhumano es imposible encontrar hoy, en ese Chile hastiado.

Me quedo con una frase de Nietzsche y su rechazo filosófico a la mirada binaria: "no existen hechos existen interpretaciones".

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