Semblanza

Réquiem para Don César

César Cao Saravia.
César Cao Saravia.

Revisando algunas de mis publicaciones, encontré una que hice ya algún tiempo sobre César Cao Saravia.

Como un deja vú, el domingo almorzando en la casa de mi hermano Santiago, nos pusimos a revisar algunos libros familiares.

Si bien yo ya tengo una generosa biblioteca propia, quedaron allí buena parte de mis libros de muy joven y adolescente.

Emilio Salgari, Julio Verne, Mark Twain, Miguel Cane, etc.

Uno ya no cree mucho en las casualidades, sino mas bien, en las causalidades.

En el revoltijo encontré un libro del propio Cao Saravia que me obsequió personalmente en una de sus tantas visitas a nuestra casa familiar.

Justo anteayer, retomé el contacto con Italo Panarace, amigo, vecino y compañero de colegio en mi primer infancia, que la vida nos llevó por otros caminos.

Repasando con algo de acuarela la vida del barrio, Italo recordaba con nitidez las visitas de Don César a nuestra casa.

Como si fuera poco, hoy temprano revisando el archivo de mi teléfono, apareció una fotografía suya mas otra de su lápida y más curioso aún, observando en detalle la placa, en días nomás se cumplirán 37 años de su fallecimiento.

Fue entonces que decidí corregir y republicar aquel posteo.

Va especialmente dedicado a quienes conocieron a Don César, o pasaron por su planta fabril.

Fué una época dorada, en que Argentina discutía de igual a otros tantos países industriales y de lo que hoy, sólo queda la nostalgia de alguna vez haber sido una enorme referencia en el mundo por nuestro producto bruto interno.

DICE ASÍ:

El Falcon Futura brilla de nuevo nomás, azul metálico, tiene el techo de vinilo blanco, butacas y caja de cuarta al piso, un lujo para la época.

Se estaciona en la esquina de Franklin 298 esquina Lincoln, corre (creo) el año 1974, aunque no recuerdo bién el mes, supongo que sería antes de Junio, mes del fallecimiento de mi abuela Pura Cejas de Alvarez de Santaclara.

Don César se aparecía no menos de un par de días a la semana a charlar con la vieja, previo paso por el zaguán, donde invariablemente me cruzaba y como un Dios magnánimo me sonreía con esos dientes parejos y pelada promisoria, dejando en mis manos una bolsita con Sugus.

Por supuesto que no hacían otra cosa que hablar y discutir de política. (y después alguno se pregunta por qué yo hago lo mismo)

Recuerdo a Don César como alguien histriónico, de un vozarrón áspero, profundo, gutural, con el atado de Benson & Hendges y el Dupont siempre a mano.

En casa nunca lo ví tomar mate, sólo café con la abuela en largas tertulias, por esos días recuerdo que discutían si a la potencial muerte del general Perón, Isabel Martínez podría lidiar con la tribu y el país, esa historia ya la conocemos.

Los mediodías yo pegaba la vuelta a la manzana en bici, en la esquina de Belgrano y Bolívar estaba la Parrilla La Taba, era habitual ver a Don César incarle el diente a la costilla que cocinaba Osvaldo Diani, pero con el detalle de una botella de whisky arriba de la mesa.

Cuando eso sucedía, sólo era cuestión de frotarse las manos y esperar los Sugus en el zaguán.

A mí me causaba algún contraste, porque sentarse casi todos los días allí mismo, lo suponía como un gran gasto.

A lo sumo, uno aspiraba a que en la rotisería Peralta y Arias (Mingo), en la esquina de Escribano y Casalins, el viejo Peralta con su renguera a cuestas, nos fiara una docena de las mejores empanadas de jamon y queso que probé en mi vida.

Conclusión, el padre de Sergio "Tony" Peralta nos mató el hambre en más de una oportunidad y al fiado.

Miguel Bonasso en su libro sobre la vida de José Ber Gelbard "El Burgués Maldito", dedica varios párrafos a la vida de Don César.

Lo describe y lo define, como un típico empresario peronista, surgido de las políticas de promoción industrial típicas del justicialismo, Don César con astucia, pero mucho trabajo, montó un pequeño imperio.

Era habitual que ante un pedido de la Abuela Pura, marcháramos una veintena de pibes a la fabrica a merendar galletitas con Coca Cola en el comedor redondo que ya no existe, otro lujo para la epoca.

O donara el mástil, que hasta hace unos años, aún se usaba para que flameara nuestra bandera en el antiguo patio de la escuela primaria en el ICM.

Era evidente que su pasión y vida era esa metalúrgica que creció al calor de contratos ferroviarios y el intercambio comercial con la Cuba de Fidel.

Veinticinco años más tarde, tuve la oportunidad de visitar la Isla en más de una oportunidad, hacia el sur, en los suburbios de La Habana, donde termina el Malecón, pude apreciar cómo seguían en pie, vagones fabricados en Chascomús, galpones y naves idénticas a las que se ven desde Av. Lastra.

Sin mucha información al respecto, supongo que Don César decidió un día vivir de rentas y vender su fabrica, aunque quedó en el acervo cultural chascomunense su gran generosidad y el gran respeto por sus trabajadores.

Tampoco sé dónde lo sorprendió la muerte, pero si hoy resucitara y viera cómo los barcos descargan vagones de carga, construidos en China, estimo que se infartaría.

Hoy, apenas queda un solitario nicho en una de las calles laterales de nuestro cementerio, en su placa ninguna mención a vagones construidos en China.

 

Solo dice, CESAR CAO SARAVIA

 

 

Marcelo Muscarello

 

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